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miércoles, 24 de marzo de 2010

La danza del Tepeyac, 30 años de cultura popular en Sayula, Jalisco

Por: Nalleli Patricia Falcón Álvarez


Hace ya más de cincuenta años que don Simón comparte su vida con su esposa doña María, con quién durante los primeros años de matrimonio vivió en una casa ubicada sobre la colonia la Ascensión en la ciudad de Sayula, Jalisco. Posteriormente se trasladaron a vivir en el fraccionamiento las pilitas, que con el tiempo cambio su nombre a colonia el Tepeyac. Habían adquirido un terreno en el que comenzaron a fincar lo que ahora es el hogar en el que terminaron de criar a sus hijos y ahora continúan siguiendo los pasos de sus nietos y de algunos bisnietos ya.

En Sayula es tradición ya desde hace muchos años que se organicen grupos de personas y formen las llamadas danzas sonajeras, con motivo de irle a danzar a la Virgen de Guadalupe en el novenario que se le dedica.

Con varios años viviendo ya en su nuevo hogar y a sabiendas de que por aquellos tiempos sólo existían algunas danzas, don Simón le comentó a su esposa y a sus hijos que deseaba organizar una danza, “Les dije a mis muchachos saben que… quiero sacar una danza, ¿me ayudan?... y pues tenía unos hijos en Estados Unidos y ellos me apoyaron económicamente”. “Antes sólo me iba a las mañanitas como a las tres de la mañana y veía a las danzas y decía mira nomás que bonito se ve, algún día tendré yo la mía,… y pues se me hizo”.

Las elementos principales de una danza son: contar con piteros, sonajas, trajes y por supuesto los danzantes. Los piteros son las personas de crear la música, con un pequeño tambor y una flauta hecha de carrizo para que seguidos por el sonido de las sonajas, los danzantes hagan sus rutinas con diferentes pasos; en los que se ven involucrados saltos, vueltas y demás movimientos. Las sonajas están hechas de madera y cuenta con tres orificios, normalmente, en los cuales se colocan rondanas y ruedas de aluminio, para que al momento de que los danzantes las muevan suenen; dicho movimiento implica buen manejo de la muñeca del brazo, ya que puede resultar cansado tan sólo cargar la sonaja para quienes no están acostumbrados.

Cada año se acostumbra utilizar un nuevo traje, algunas danzas no salen de lo acostumbrado; huaraches, capa, pantaloncillo corto, corona hecha con muchos colores y brillos; otras suelen innovar y sacan modelos muy novedosos y atractivos, pero eso sí, en ellos nunca puede faltar la imagen de la Virgen de Guadalupe. Y los danzantes, son la pieza más importante en este tipo de actividades, se necesita que estén llenos de fuerzas para poder aguantar la larga jornada de la noche del día once de diciembre y todo el día doce, hasta que se finalizan con la tradicional despedida, ya alrededor de las nueve de la noche.

La danza sonajera "el Tepeyac", a través de los años ha ido adquiriendo fama, hasta que el día de hoy es una de las favoritas del pueblo sayulense. Años atrás el número de danzantes con los que contaba era muy bajo, no llegaban a más de 50 integrantes, pero hoy son cincuenta, sí pero los que ensayan a diario y en total la cifra ha incrementado. “Este año, el primer día de ensayo, me llegaron como unos cuarenta, cincuenta, pero más mujeres que hombres, tanta mujer que hay el día de hoy. Además ahora se nos ha unido gente de otros barrios, que quieren brincar: pues vénganse y brínquenle, aquí no se le niega el ingreso a nadie, lo que cuenta son las ganas que tengan para danzarle a la Virgencita”, agregó don Simón.

El ser fundador de una danza sonajera y organizar cada año a un grupo de personas para ir a danzar, no es cosa fácil, se requiere de liderazgo y poder de mando, además de recursos económicos, que en ocasiones sobrepasan los presupuestos que se tenían destinados para ello. “Los gastos son pesados, al año fácilmente me gasto como diez mil pesos de mi bolsa, y lo demás pues me lo mandan mis hijos de Los Ángeles”.

Dos de sus hijos, Carlos y Francisco son los que más le ayudan estando aquí, puesto que le ayuda en la organización de la gente y de los lugares a los que van a ir a danzar, además son los que fungen como piteros, “Mira los piteros vienen cobrando diez mil pesos cada uno y mínimo se necesitan dos para que la música se pueda escuchar fácilmente; y pues yo les doy cinco mil pesos para los dos. Esto no es un negocio, se hace por gusto.”

Después de la danzar por dos días, don Simón les organiza una fiesta a sus danzantes, en la que hay comida, bebida y música para bailar, si es que les quedaron ganas; cabe señalar que los gastos de la fiesta corren por cuenta de él, ya que a diferencia de otras danzas, no se pide cooperación de ningún tipo, más que asistir y disfrutar que pudieron cumplir un año más hacia con la Virgen del tepeyac.

A más de 30 años ininterrumpidos de salir danzando, la danza sonajera El tepeyac, es motivo de orgullo y satisfacción de don Simón “Comenzó por gusto y ha seguido así por más de 30 años. Inició como un gusto mío y ahora no puedo dejarla, es como un vicio pero de los buenos. Me desespero porque ya no puedo andar como antes y pues uno debe andar con los danzantes para todos lados, estos pies que me duelen tanto a veces no me dejan; pero yo le dije a mi Virgencita, si me quitas estas dolencias, yo le sigo. Y pues es bonito llegar al altar y mirarla, después de una larga noche y un pesado día de danzar”, comentó don Simón.

La salud de don Simón se ha visto deteriorada a causa de la diabetes, enfermedad que sufre hace ya varios años, lo que le impide tener las mismas fuerzas que años atrás, “A veces digo, no este año ya no va haber danza, pues ya no puedo caminar y el chiste es que yo también ande ahí con mi danza, y estoy decidido a ya no organizar nada, pero se llega el mes de octubre y cambio de parecer y heme aquí, este año ya está todo listo para festejar a la Virgen morena.” Finalizó don Simón con algo de nostalgia en su voz y perdido tal vez en sus recuerdos.

Entrevista publicada en el Suplemento Andante dentro del periódico el Comentario el 1 de febrero de 2008



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