Páginas

sábado, 22 de enero de 2011

Inocente energía inagotable

Un día con Ulises

Por: Nalleli Patricia Falcón Álvarez

8:00 am
La casa se ha quedado "vacía", ante la salida de aquellos que acuden a cumplir con sus deberes estudiantiles y laborales, lo único que se escucha es una vocecita que repite una y otra vez "ararararararara... la arara arara, ararara" y un "ti ti ti ti ti ti, tiririri tiri ti ti" acompañado del tic tac de ese molesto reloj que insiste en interrumpir el sueño más sabroso (ese que se puede disfrutar entre las siete y las nueve de la mañana).

La noche anterior fuiste el último en rendirte y caer al fin brazos de morfeo, y ahora has despertado a un nuevo día con la intención de cumplir con tus obligaciones. Nada te importa más que: retomar tus lecciones de lectura (como si en verdad supieras leer), el carrito que dejaste arrumbado en ese rincón que sólo tú sabes, ensayar tus pasos favoritos de danza, obligar a tu mamá a usar utensilios de cocina como tambores o sonajas, correr sin medir las consecuencias de un mal paso, acomodar ladrillos que no necesitan ser acomodados, llorar porque algo no se te da, y regalar sonrisas, besos y miradas que hacen que los días valgan la pena vivirlos. Pero mamá quiere dormir otros cinco minutitos. A ti no te importa que ella se sienta cansada o que este desvelada, así que decides empezar jugando con su cabello.


Viene ahora el momento de levantarse. Es ahí cuando comienzan las rabietas de tu mamá, pues no le permites realizar sus "disque" quehaceres domésticos. Tú quieres barrer, tú quieres tender la cama, tú quieres dejar la basura en la calle, tú quieres acomodar y volver a desacomodar lo que dejaste la noche anterior, tú quieres sacar al gato porque te molesta su presencia, tú quieres hacer todo pero aún no tienes la suficiente fuerza para hacerlo. Y tú mamá quisiera salir corriendo, ja!

12:00 pm
Medio día, es hora de tu siesta. Decides no tomarla, quien quiere dormir cuando hay tantas aventuras por vivir en el patio trasero de tu casa. Recorres el horario a las tres de la tarde, pues es imposible que dejes a medio construir ese caminito de tierra, y más imposible aún que dejes de jugar con el agua que cae de la ropa recién lavada, aunque esto traiga como consecuencia uno que otro grito de esa persona que se dice ser tu mamá. No duermes, pero eso sí, tomas tu lechita y minutos más tarde retomas lo que dejaste pendiente.

Te han dedicado esa canción llamada "El infiernito"... que en una estrofa dice asi "quiebra, tira y desparpaja todo lo que va encontrando, lo que no aplasta se come, basura, chicles pegados, parece una aspiradora, no deja nada tirado", y ante la cual respondes con un gracioso bailecito si la escuchas tocar en la televisión.

3:00 pm
Hora de la comida, y a pesar de que cuentas con tu propia silla para comer, has decidido que eres un niño grande y te sientas a la mesa como los demás, reclamando tu sitio como una persona adulta. Ingieres lo que mamá te sirve, entre juegos y risas claro está. Y así transcurre la tarde, con más juegos, más llantos, más gritos y más risas. Momentos que llenan de vida a un hogar que había perdido el color.

Eres un pequeño (dice mamá), un enano adorable (dice tía), un mounstro (dice abuelo)... Tan sólo tienes un añito y la energía que cargas en ese pequeño cuerpecito es increíble. Es inagotable.

10:00 pm
Una batalla más se presenta en casa. Es imposible hacerte dormir. Todo continúa en la cama: sigues con tus juegos, tus "disque" lecturas, tus cantos, tus gritos, tus carcajadas; hasta que mamá decide apagar la luz y cantarte un poco para que te relajes, decidas descanzar y recargar esa inocente energía inagotable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario