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domingo, 23 de mayo de 2010

Contrato para toda una vida juntos

Por: Nalleli Patricia Falcón Álvarez

Las campanadas se escuchan a lo lejos, esa es la señal, la última, la que anuncia que ha llegado la hora. El reloj marca las 12:45 del día, no hay marcha atrás, -la decisión más importante de mi vida- piensa para si mismo Rey; mientras allá afuera el cielo se ha puesto triste también y ha comenzado a derramar una que otra lágrima, para hacer juego con la imagen que en la habitación, Rey está representando. Dicen que el que llueva en un día como este es de buen augurio, nada es seguro.

- Dieciocho años, así es tan sólo 18 años y hace ya dos semanas que he firmado mi contrato para una vida juntos, contrato que ahora ya no sé si estoy seguro de querer cumplir. Pero que puedo hacer, ya todos están esperándome, todo está dispuesto para que se lleve a cabo. ¡En qué diablos estaba pensando!, ¡qué tengo en la cabeza! Sí, la amo y este tiempo a su lado ha sido maravilloso, pero no sé que es lo que me está pasando, quiero meter reversa, temo estrellarme con la realidad y lastimar a quién menos quiero lastimar, a esa persona que ha gastado estos últimos meses organizando hasta el más mínimo detalle-. La familia se encuentra preparada y las campanas de la Iglesia suenan sin cesar, como informando al pueblo que es un día especial e invitándolos a asistir a tal celebración.

Ahora sí, es hora de partir hacia la cita que tiempo atrás ya había sido pactada. El cielo sigue dejando caer una que otra gota, Rey se encamina, dejando atrás esos pensamientos que lo estuvieron atormentando minutos antes, por la estrecha calle empedrada que marca el camino hacia la Iglesia, camino que ha recorrido infinidad de veces, pero que nunca había sentido tan pesado como el día de hoy.

Llega, entra y ya hay gente esperando el arribo de la otra persona, esa que también ya ha firmado el contrato. Minutos más tarde, por fin aparece irradiando felicidad, la cual le sale hasta por los poros de la piel; con cuidado maneja su ajuar, que brilla como la nieve y a la vez contrasta con el gris del cielo. Eso no parece importarle, pues para ella este es el día más importante en su corta existencia en este mundo.

La ceremonia ha comenzado. Parados frente al altar, Rey sigue con aquella inseguridad y las dudas lo dominan, no sabe si salir corriendo y huir o quedarse. Los minutos transcurren, él siente que a lo lejos alguien le habla, tarda en reaccionar, y en efecto, el sacerdote se ha dirigido a él preguntándole aquello que no quería escuchar: - Hijo, ¿Aceptas a Karen como tu esposa y prometes amarla y respetarla todos los días de tu vida hasta que la muerte los separe?- Todo es silencio, por su cabeza con efecto de flash back todos y cada uno de los momentos más significativos para él recorren su mente aturdida, y un sí casi imperceptible sale de su boca.

Ahora sí ya no hay manera de echar todo al olvido y seguir con la soltería. El contrato ha sido cerrado.
-La inseguridad se ha ido, lo hecho, hecho está. Pero al ver los ojos de quien ahora ya es mi esposa, tal parece que lo que antes me hacía temblar y querer salir corriendo, ahora me hace sentir completo-. Piensa Rey después de besar tiernamente a su esposa, con quien a partir de este momento compartirá toda una vida. O al menos eso es lo que se espera.

Lo anterior es algo que ha menudo viven muchos jóvenes que toman la decisión de unirse legal y religiosamente a una persona, y algunos otros que deciden hacerlo sin necesidad de firmar nada. Tal vez impulsados por ese sentimiento llamado amor, o tal vez porque se ven en la necesidad de hacerlo. Pero ¿Qué es lo que se ve involucrado en la toma de tales decisiones? La temprana edad y la falta de educación son algunos de los principales detonantes que se pueden observar en algunos matrimonios actuales. Según datos del INEGI publicados en su página de Internet www.inegi.gob.mx, consultada el lunes 20 de octubre a las 2:30 de la tarde; muestran que en el 2007 en total fueron 36 los matrimonios que se efectuaron en los cuales se vieron involucrados individuos que fluctúan entre las edades de 15 a 19 años, once hombres y 25 mujeres. Esto sin contar todas aquellas uniones que se realizan sin el aval de un papel.

Hoy en día las uniones entre las parejas, ya sean legales o no, duran relativamente muy poco, y es aquí en donde el notable desarrollo de la mujer en todos los ámbitos ha provocado que los hombres se sientan amenazados y vean su hombría cada vez menos respetada, “algunos varones siguen deseando relaciones tradicionales que no encajan con las demandas de las mujeres o bien con el nuevo mundo en el que se insertan las mujeres”. Datos del INEGI muestran que en los últimos años la tasa de divorcios a nivel nacional ha aumentado con referencia a los matrimonios que se llevan a cabo, en el 2002 eran nueve divorcios por cada 100 matrimonios, y el año pasado fueron 13 divorcios por cada 100 uniones.

* Imagen tomada de www.zankyou.com

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