Un estadio, una camiseta que defender, un vestidor, unos tacos, diez compañeros, once contricantes sobre la cancha, un entrenador al cual atender; una afición que satisfacer, llenar de alegrías, y ¿por qué no? también de tristezas. Y lo más importante: un balón de futbol. Todo lo anterior forma parte de la vida de un futbolista profesional. ¿Cuántos jugadores que ahora son famosos no soñaron incansablemente con lo que ahora tienen? e inclusive lo veían muy lejano.
La profesión del futbol comienza con un sueño, ¡sí! con el sueño de llegar a ser el mejor pateando el balón. No todos lo logran, unos se quedan en el camino, otros lo abandonan y buscan destacar en otra cosa.
A muchos les gusta el futbol, otros lo odian, a otros les es indiferente, unos se aficionan, muchos lo aman. ¿Y los niños? Ellos se apasionan, ellos sueñan, ellos viven el futbol, ellos se divierten con el futbol. Y formar parte de un equipo es el sueño de muchos chiquitos que a diario se reúnen en las grandes canchas de la UDIF (Unidad Deportiva Infantil).
Apenas tiene cuatro años y ya sueña con ser un gran futbolista, corre por el balón con la misma emoción de un profesional, para él no existe la palabra cansancio, no cuando hace lo que más le gusta 'jugar futbol'. "En mi kinder tienen balón pero a veces no me dejan agarrarlo, no me dejaban porque me decían que yo estaba chiquito, todos tenían cinco y yo cuatro... pero de todos modos me fui con mis amiguitos y jugué con ellos... no me gusta que me digan que estoy chiquito", comenta Diego Heriberto Pérez, mejor conocido como Dieguito entre sus compañeritos. es un niño de estatura media, un poco gordito, pero esto no es impedimento para que corra, brinque, patee y se canse como los demás, "pero estoy enflacando, mi maestro Abdiel me puso a dieta... sí mi maestro, ese el gordito", dijo Dieguito mientras buscaba reestablecer su respiración.
El entrenador anima a los niños a continuar, unas instrucciones al aire, y ahí están todos los pequeños con alas de grandeza, atendiendo las palabras de su instructor, la disciplina se encuentra en esta cancha, en este equipo. "El entrenador a veces cuando somos traviesos nos quita los balones, porque estamos desobedeciendo las reglas -reglas que dicen- que no debemos empujarnos, de golpearnos con piedras, no debemos estar jugando cuando estamos entrenando... entonces si entrenamos y jugamos al mismo tiempo, no podremos hacerlo", dice Dieguito con un tono de extremo conocimiento en el tema, pareciera que se está hablando con una persona adulta. Incluso les señala errores de conducta a sus compañeritos de entrenamiento, les dice como hablar y como comportarse.
Una serie de ejercicios los manda a unos al suelo apoyados en sus compañeros para realizar las abdominales necesarias para su edad. ¡Uno, dos, tres, cuatro! y cambian de posición, no hay algún pequeño que no haga caso a las indicaciones. Llegó la hora de poner todos los conocimientos en la práctica. Fulanito a la portería, menganito se la pasa a perenganito... se forman dos filas, unos dan el pase y el que recibe tira hacia la portería... y así pasa uno a uno hasta terminar el ejercicio.
Llega la hora de un tiempo libre. Todos corren a tomar agua, se hidratan, unos se sientan otros se ponen a jugar entre ellos, al final lo único que importa es el futbol. "Le voy al América, mi jugador favorito , mmm, es Ca... mmmm... no, es Temo... Sí Cuauhtémoc Blanco... pero te digo como quién me gustaría ser, como ¡Capo Memo Ochoa!", dice Dieguito al mismo tiempo que los ojos se le abren muy grandes y alza las manos al cielo demostrando su gran admiración por Memo Ochoa, portero del Club América, pero que para él es Capo Memo Ochoa.
Tras la malla que rodea la cancha se encuentran algunos papás esperando a que sus pequeños terminen su entrenamiento del día. Sentados en la baqueta, en cuclillas y una que otra señora que se lleva su silla para esperar las dos largas horas -para ellas- cortas para las aspiraciones de los pequeñines.
Hay risas, juegos, alegría, sueños, prácticas, una cancha y más de 20 pequeños aprendiendo sobre pases, sobre el remate, sobre técnicas del deporte más apasionante y más practicado en el mundo. Aquí no existen clases sociales, ni más gordos, ni más flacos, ni más altos, ni menos chaparros, aquí el único requisito es: tener ganas de jugar futbol.
Reportaje publicado en el periódico el Comentario el 10 de junio de 2008
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